Vivimos en la era de la información, en un mundo cada vez más interconectado. Y, en este sentido, los temas ambientales no son una excepción. Cualquier persona de lo que conocemos como “mundo desarrollado” tiene acceso a un sinfín de información sobre el medio ambiente.
Prácticamente a diario nos llegan informaciones sobre el cambio climático, sobre los riesgos ambientales del uso de determinados productos, sobre las amenazas que pesan sobre determinadas especies y ecosistemas.
Si algo no podemos alegar respecto a la realidad de los problemas ambientales es ignorancia. De hecho la mayoría, cuando nos preguntan, decimos ser conscientes de la amenaza que supone para nuestra sociedad el cambio climático, o del efecto que tienen para la naturaleza muchas de nuestras conductas. Pero, ¿cómo se traduce ese grado de concienciación en nuestras conductas?
En este número de la revista dedicamos un artículo a esta cuestión en relación con la población joven. La reciente publicación de dos estudios a nivel estatal, pone de manifiesto que nuestra juventud se considera bien informada sobre temas ambientales, y es consciente de los riesgos que suponen para nuestro futuro colectivo los desequilibrios en la relación con nuestro entorno.
Sin embargo, esos mismos estudios nos muestran que, como ocurre con la población adulta, la población joven no acaba de traducir ese nivel de conocimiento y concienciación en conductas proambientales. El resultado de estos estudios refleja la necesidad de pasar del “saber” al “hacer”, de transformar concienciación en compromiso, y compromiso en acción. Y por otro lado debe movernos a una reflexión sobre qué es lo que no está funcionando correctamente para que las conductas no reflejen lo que las personas dicen saber sobre los problemas ambientales. Y qué estrategias debemos adoptar de cara al futuro para acabar con este “cortocircuito”. Sin duda todo un reto que hay que afrontar desde ya.
En la sección dedicada a las áreas protegidas, nos ocupamos en este número de las “tobas”, unas formaciones rocosas originadas por la precipitación de carbonatos en cuerpos de agua dulce, que cuentan con importantes representaciones en nuestra región. Son el sustrato ideal para una serie de comunidades vegetales realmente frágiles y de un importante valor ecológico. La provincia de Cuenca en una de las mas importantes de España en lo que se refiere a la presencia de este tipo formaciones, y resulta clave conocer su estado de conservación, prever su evolución futura, y establecer las medidas de conservación que sean necesarias.
También incluimos, cómo colaboración especial, un artículo que nos habla de un proyecto para recuperar el aprovechamiento resinero, que se nos plantea como una alternativa a tener en cuenta en algunas de las zonas más afectadas por la despoblación en nuestra Comunidad Autónoma, no sólo como generador de empleo y favorecedor del desarrollo socioeconómico, sino también por su dimensión de custodia del territorio, y vigilancia y mantenimiento de las masas forestales.
Esperamos que el contenido de este número sea de vuestro interés, y sirva no sólo para incrementar el conocimiento sobre la realidad del medio ambiente en Castilla-La Mancha, sino para animar al compromiso en conseguir una realícenos más equilibrada con nuestro entorno.