También tienen cabida en el Centro otros usos tradicionales del Alto Tajo, como los aprovechamientos hidráulicos: molinos, serrerías y herrerías que aprovechaban la fuerza de las aguas del río Tajo y sus afluentes, de cuyas edificaciones aún se pueden apreciar numerosos restos en las orillas de estos cursos de agua; la apicultura, más extendida en el sector meridional del Parque, donde el matorral de labiadas es más abundante; la recogida de setas y hongos y, de forma especial, la truficultura, actividad de importancia creciente en el Parque Natural; las salinas de interior, contando con paneles que explican la forma en que se extraía la sal mediante la evaporación del agua en salinas como las de Armallá o Saelices de la Sal, y la gran importancia que esta actividad tuvo en la zona en tiempos pasados; las caleras u hornos en que se producía la cal mediante la deshidratación de la piedra caliza; la agricultura ligada a los fondos de valles y los huertos tradicionales en el entorno de los pueblos y la ganadería extensiva, una actividad muy implantada en la zona donde, hasta tiempos muy recientes, se practicaba la trashumancia conduciendo el ganado en invierno hasta los pastos del Valle de Alcudia o de Sierra Morena (los utensilios de la actividad ganadera que se exponen en el Centro han sido cedidos por antiguos pastores del Alto Tajo); la caza y la pesca y, finalmente, los usos más recientes como el turismo activo en la naturaleza que desde el Parque se intenta potenciar, de forma compatible con la conservación de sus valores naturales, con el objetivo de fomentar un turismo que busque, en su visita, combinar las actividades de ocio con un mejor conocimiento de los valores del Parque Natural. Siempre bajo la máxima de que conocer la naturaleza es un paso previo para valorarla y respetarla.