El Embalse de la Toba recoge las aguas del Júcar en uno de los parajes más frecuentados por los pescadores
El Júcar pasa bajo el puente de Uña, pero ahora cambia de paisaje. A su derecha, conforme desciende, observa la barrera tobácea que represaba a la laguna de Uña, que parece llorar el agua que no puede aportar al Júcar. Pero el río empieza a alegrarse, empieza a oxigenarse en sus pequeños saltos al adentrarse en los llamados “Cortados de Uña”. Durante su andar por éstos recibe, a su derecha, el aporte del arroyo de la Madera junto con el de alguna pequeña surgencia, pero continua su agónico devenir entre meandros encajados en calizas jurasicas; llega entonces hasta el manantial donde se capta el agua que consumen las localidades de Villalba de la Sierra y Cuenca, pero siempre profundizando la gran hoz, y vigilado, desde lo alto, por el canal que deriva sus añoradas aguas. En este punto el Júcar incrementa considerablemente su caudal, debido al aporte del manantial de los Baños, y a partir de aquí penetra en los verdaderos Cortados, en este caso denominados “de Villalba”, donde pasa en pocos cientos de metros, por espectaculares estratos de diferente geología, del jurásico al cretácico, despidiendo a éstos para adentrarse en geología del terciario a los pies del famoso Ventano del Diablo, que forma un espectacular mirador sobre el Júcar al final del Parque.
En todos los cortados aún existen poblaciones de trucha común, año a año en disminución, alguna mancha de barbos mediterráneos, bermejuelas y cachuelos, mezclados con gobios y colmillejas, y aparece, aunque en escaso número de momento, el cangrejo señal (Pacifastacus leniusculus).
La zona de los cortados de Villalba, es continuamente erosionada, no sólo por las aguas del Júcar, sino también por los participantes de deportes de aventura, como el barranquismo y descenso de cañones. Después del Ventano del Diablo, el Júcar vuelve a recuperar el agua perdida en la central eléctrica del salto de Villalba, punto final de su devenir a través del Parque.
Especial mención se ha de hacer, al arroyo del Cambrón, afluente del Júcar aguas abajo de Villalba de la Sierra, el cual, pese a su poco caudal, aun conserva poblaciones de trucha común. El cangrejo autóctono (Austropotamobius pallipes), está presente en muchos de los arroyos situados dentro del Parque.
Igualmente el río Cuervo, está incluido en una pequeña zona al norte del Parque. En ésta, además de truchas de la cuenca del Tajo, hay una decente población de barbo común.
A modo de conclusión, en estas líneas se ha intentado dar una visión general de los ríos que bañan e intentan dar vida a este Parque, de las especies que habitan en sus aguas, de las poblaciones por las que pasan, de sus problemas, de sus esperanzas,…. Esperemos que el plan de ordenación del Parque sirva para que se recupere el estado original de los mismos, y así mantener su singularidad piscícola.