Editorial

Hablábamos en el editorial de hace ya unos cuantos números de esta revista, de la naturaleza percibida por cada uno, esa con la que establecemos vínculos afectivos, la que nos muestran nuestros ojos, nuestra nariz, nuestros oídos, nuestro tacto.

No siempre la podemos percibir de forma directa, por nosotros mismos, y en este sentido hay personas que se encargan de abrir una puerta para que los demás podamos percibir aquello que nos queda lejos, o que desconocemos, aunque esté cercano. Una de esas personas era Antonio Manzanares Palarea. A través de sus fotografías, a través de sus libros, Antonio fue un gran divulgador de nuestro patrimonio natural y cultural. Su pasión por la naturaleza le llevó a recorrer medio mundo, y dejó testimonio de ello en imágenes que se han expuesto en lugares tan prestigiosos como el Museo de Historia Natural de Londres.

Pero como buen castellanomanchego, los paisajes, la fauna y la flora de nuestra región tuvieron un papel protagonista en su obra, y siempre tuvo un especial interés por acercarnos la luz y los colores de las tierras de su Tobarra natal y los campos de Hellín, o de ese Valle del río Tus donde estableció su refugio.

Con este pequeño recordatorio, queremos rendir homenaje a este gran naturalista, fotógrafo y escritor de naturaleza, cuyas fotografías han ilustrado nuestra revista en distintas ocasiones, y que, desgraciadamente, nos dejó el pasado mes de agosto.

Publicamos en este número el resultado de un estudio que muestra cómo seguimos arrojando a la “basura” un montón de residuos que podrían ser recogidos de forma separada, y de esta forma dificultamos y encarecemos su reciclado, cuando no los condenamos al depósito en vertedero. Con conductas muy sencillas, y que requieren muy poco esfuerzo, podríamos recuperar la mayor parte de los recursos contenidos en esos residuos, y con ello no sólo beneficiaríamos a nuestro entorno, sino que contribuiríamos a abaratar la costosa factura que las entidades locales tiene que asumir por la gestión de los residuos municipales, reduciríamos la necesidad de extracción de materias primas, y haríamos un uso más eficiente de los recursos tanto materiales como energéticos. Es sin duda un problema que debe movernos a la reflexión.

También incluimos un artículo sobre la metodología empleada en nuestra región para el seguimiento y evaluación de los hábitat incluidos en la Red Natura 2000, una valiosa herramienta que nos permite disponer de información sobre el estado de conservación de estos hábitat, así como evaluar la efectividad de las medidas de conservación adoptadas hasta la fecha.

Dentro de la sección dedicada a la educación ambiental, nos ocupamos del Aula de la Naturaleza El Molino Alto, de Almansa (Albacete), un equipamiento que lleva más de dos décadas trabajando en la sensibilización y concienciación ambiental, y que es un buen ejemplo de cómo las entidades locales pueden jugar un papel relevante a la hora de conseguir una sociedad más comprometida con el medio ambiente.

También dedicamos un apartado a los trabajos en altura realizados por los Agentes Medioambientales, una faceta poco conocida de estos trabajadores del medio ambiente, y que cumple una importante misión en el estudio y conservación de especies amenazadas.

Por último, en este número creamos una sección diferenciada dedicada a los espacios protegidos de la región. Se trata del boletín de Áreas Protegidas de Castilla-La Mancha, un apartado en el que se incluirá información de interés y actualidad en relación a esta valiosa red de espacios.