Utilizar un huerto con fines didácticos no es algo nuevo. Ya en el siglo XIX se usaban huertos escolares para realización de prácticas agrarias en la educación primaria, y en las granjas escuela se han venido utilizando los huertos con fines educativos desde hace más de cuarenta años.
Lo realmente interesante se plantea cuando empezamos a concebir el huerto más allá de lo meramente agrícola. En sentido general, el manejo del huerto nos puede servir para fomentar el respeto y el cuidado por el entorno, pero no sólo eso. Es un recurso transversal que se puede utilizar como un espacio educativo para trabajar el modelo de producción y consumo alimentario, y contenidos como el de la agricultura ecológica, la producción y consumo sostenibles, o la dieta saludable. También podemos explotarlo desde la perspectiva de las necesidades de riego, abordando temas como el de la eficiencia en el uso de los recursos, la contaminación y sobreexplotación de acuíferos, etc. Desde un punto de vista ecosistémico, nos permite trabajar las interacciones entre plantas e insectos, las asociaciones entre plantas, o las rotaciones de cultivos. Y si hablamos de residuos, nos permite experimentar técnicas de minimización de residuos como el compostaje o el vermicompostaje1, que a la vez nos sirven para producir un compost que podemos utilizar para fertilizar nuestros propios bancales.